Los viajeros de la noche (1987)
2025-04-26 11 min
Recuerdo la primera vez que me topé con esta película. Fue en el videoclub. No estaba expuesta en los estantes de novedades. La encontré escondida en el carpesano donde estaban las películas antiguas de terror. Me atrajo la portada: un tipo carbonizado atravesado por haces de luz. El título también era sugerente: Los viajeros de la noche.
Hice lo más obvio: alquilarla.
Creo que desde entonces la he visto unas tres o cuatro veces. La más reciente, esta misma semana. Es un título bastante interesante que sigue funcionando muy bien, aunque tiene algunos defectos que le impiden ser una cinta redonda.
La película se adentra en el mito del vampiro de una forma moderna. Evita cualquier elemento gótico: no hay dientes, ni crucifijos, ni tumbas, ni ajos. Intenta ser todo lo coherente que puede ser una historia de vampiros.
En cuanto a lo del terror… bueno, no diría que sea precisamente una historia de terror. Más bien es una cinta de western fantástico. Aunque es cierto que la escena del bar resulta, cuanto menos, perturbadora, especialmente tratándose de cine de Hollywood.
La trama empieza con un tipo matando un mosquito mientras espera tumbado en su furgoneta a que los bares abran.
No estoy seguro de si lo del mosquito es literal o figurativo, pero podemos interpretarlo como una analogía premonitoria de lo que le espera al personaje.
Cuando Caleb —que así se llama— llega al bar, lo vemos relacionarse con otros dos tipos. Por la forma en que interactúan, más que amigos parecen simples conocidos, con la actitud típica de unos jóvenes del Medio Oeste. Aun así, se percibe que Caleb, aunque oriundo del lugar, es diferente: su aspecto de niño bien intentando hacerse pasar por malote lo deja claro.
Es en este momento cuando Mae aparece en escena comiendo un helado. Los tres locales quedan prendados de la desconocida. Caleb se adelanta y se lanza a por ella.
Mae es una mujer extraña, algo que se advierte desde el primer momento. Caleb queda fascinado: nunca ha conocido a nadie como ella. Pasan la noche juntos. Él quiere un beso. Ella se resiste. Pero quien la sigue, la consigue: finalmente, obtiene su recompensa, un beso que le cambiará la vida.
Todo se precipita tras el beso. Mae lo deja tirado sin decir adiós. Caleb no consigue arrancar la furgoneta y debe regresar a pie. Lo vemos enfermar durante el trayecto: tose, se retuerce de dolor, avanza cada vez más pesadamente. Parece que sale humo de su cuerpo.
Justo antes de llegar a casa, una furgoneta se detiene a su altura. Lo meten dentro a la fuerza y huyen del lugar a toda velocidad, mientras la familia de Caleb asiste impotente a la escena.
Todo este tramo inicial dura unos 15 minutos. En estas secuencias introductorias, la realizadora nos da todas las pistas necesarias para situarnos: un Medio Oeste polvoriento y desolado.
También nos ha presentado prácticamente a todos los personajes principales —en la siguiente escena conocemos al resto de la banda que acompaña a Mae—.
De manera sutil y sin perder el tiempo, la película establece claramente el tono y la dinámica de la historia.
Se agradece, entre tanta serie actual, que las cosas vayan al grano. No son necesarios cuatro capítulos de construcción de personajes. Aquí nos queda claro quiénes son Caleb y Mae con apenas unos trazos.
Pero no solo conocemos a los personajes. En los primeros diez minutos también se establece la idiosincrasia de estos vampiros, concretamente en dos escenas previas al beso fatídico: cuando Mae menciona que seguirá aquí cuando la luz de cierta estrella llegue a la Tierra, y cuando arrastra literalmente a Caleb tras lanzarle el “lazo”.
La película tiene tres partes claramente delimitadas: inicio (ya narrado), nudo y desenlace.
El inicio y el nudo son lo más potente de la película. Todo funciona muy bien.
El momento más álgido llega en la segunda parte, concretamente en la escena del bar. Todo este segmento es aterrador. Tengo la impresión de que toda la película gira en torno a esta secuencia, sin duda la mejor de todo el metraje.
Toda la escena del bar me recuerda a un capítulo de The Sandman. Aunque en realidad, deba ser el cómic se inspirase en la película, ya que esta se estrenó en EE. UU. en 1987 y el cómic es posterior.
La película pierde algo de interés y coherencia en el último tercio. Aunque mantiene un buen ritmo y uno puede quedar relativamente satisfecho con el final, ya no está a la altura de lo construido anteriormente.
Me encanta el reparto elegido para formar la banda, especialmente el trío formado por Lance Henriksen, Jenette Goldstein y Bill Paxton. Están realmente creíbles.
Curiosamente, estos tres actores venían de trabajar juntos un año antes en el rodaje de Aliens de James Cameron. Probablemente el hecho de que la directora Kathryn Bigelow y James Cameron fueran pareja en aquel momento tuvo algo que ver.
En cuanto al niño actor, pues eso: es un niño actor. Tampoco se le puede pedir mucho más. Es curioso cómo, unos años después, Entrevista con el vampiro utilizaría también la figura del niño vampiro, aunque en realidad la inspiración venía de antes: las novelas de Anne Rice ya circulaban cuando se escribió el guion de Near Dark.
Los cuatro miembros de la banda, junto con Mae, forman una especie de familia mal avenida. Uno podría pensar que se necesitan mutuamente para no estar solos durante toda la eternidad. Me resulta perturbador imaginar al personaje de Diamondback, interpretado por Goldstein, vampirizando al niño para cumplir con su deseo de ser madre. Que terrorífica es la idea de estar atrapado en el cuerpo de un niño para siempre.
El resto del reparto también cumple. Adrian Pasdar como Caleb y Jenny Wright como Mae están resultones, aunque no memorables.
La historia de Caleb es claramente un camino del héroe: no es el mismo quien empieza que quien termina. Hay una transformación tanto fisiológica (se convierte en vampiro) como moral (deja de ser un garrulo).
No puedo terminar este artículo sin hablar de la banda sonora. Mientras veía la película me preguntaba si sería Tangerine Dream el compositor. No estaba equivocado. No sé qué tal funcionará el álbum en solitario, pero dentro de la película suena muy sólido.
1987 fue un año interesante para los vampiros.
Otro film de temática similar fue Jóvenes ocultos.
Me pregunto si este renacimiento del vampirismo en el cine podría deberse, en parte, al éxito, un par de años antes, de Fright Night, otro film muy de videoclub que, a día de hoy, sigue funcionando bastante bien. También imagino que influyeron las novelas de la ya mencionada Anne Rice y la genial El misterio de Salem’s Lot de Stephen King, cuya adaptación televisiva, aunque no está mal, ha envejecido bastante.
The Lost Boys —título original de Jóvenes ocultos— tenía una vis mucho más comercial, más spielbergiana. The Lost Boys parece el resultado de meter en la batidora el espíritu de The Goonies con la oscuridad de Near Dark.
A Near Dark le ocurrió algo parecido a lo que sufrió La cosa de John Carpenter: ambas se estrenaron en fechas cercanas a su gran competidora temática. En el caso de Carpenter, el gap de edad era mayor: E.T. estaba claramente destinado a todos los públicos, mientras que Carpenter tuvo que pedirle a Rob Bottin que redujera la cantidad de casquería para evitar una clasificación R o X (aunque no lo consiguió del todo).
Del mismo modo, el público de 1987 prefirió la visión más amable y divertida del mito moderno de los vampiros que proponía The Lost Boys frente a la crudeza de Near Dark.
De hecho, The Lost Boys recaudó, solo en el mercado doméstico, algo más de 33 millones de dólares con un presupuesto de 8,5 millones. Claramente, la ganadora en cifras. Near Dark, con un presupuesto de 5 millones, apenas superó los 3 millones en taquilla.
Puede que el descalabro comercial de Near Dark se debiera a una mala o escasa campaña de marketing, y también a una cuestión de timing. En fin, así son las cosas. La verdad es que, si tengo que elegir hoy día, prefiero Near Dark a The Lost Boys. Aunque imagino que todo dependería del mood en que me encuentre en un determinado momento. Eso sí: The Lost Boys sigue siendo una gran película de entretenimiento.
Como curiosidad, si bien el diseño de vestuario de ambas películas se parece —ambas bandas de vampiros podrían haber montado un grupo de rock bien grasiento—, Near Dark gana en veracidad. A sus personajes realmente se les ve mugrientos, mientras que en The Lost Boys, los muchachos (y muchacha) parecen haber salido directamente del estilista. Seguramente gastaron litros de laca durante el rodaje.
Una característica que me viene a la cabeza al comparar las dos películas es la gran sensación de melancolía que transmiten los personajes de Near Dark. Especialmente en los diálogos entre los personajes de Lance Henriksen y Jenette Goldstein en varios momentos del film. También se percibe algo de esa añoranza cuando la banda al completo se instala en el motel tras el tiroteo y juega a las cartas.
La heterogeneidad del grupo nos hace pensar en una familia: una familia que perdieron hace muchos años y que, probablemente, el personaje de Henriksen —que entendemos como el más veterano del grupo, al mencionar que luchó en la Guerra Civil— empezó a construir para no sentirse solo.
A diferencia de The Lost Boys, donde vemos que los chavales solo han venido a pasárselo bien, los personajes de Near Dark son bastante más profundos.
También se estrenó otra pequeña joya vampírica ese mismo año. Nada menos que con el conde Drácula como villano principal. Ese film fue Una pandilla alucinante. Recuerdo alquilarla en su momento. La adoraba. Pero eso ya es otra historia.
Como dato interesante, Near Dark participó en el Festival de Avoriaz de 1988. Compitió junto a RoboCop y The Hidden, entre otros. Dos grandes títulos de aquel año, aunque uno mucho más conocido que el otro. Quizá valga la pena revisitar The Hidden para ver cómo ha envejecido.
Volviendo a Near Dark y para cerrar, parece que hubo una secuela planeada: First Light. Sería una precuela ambientada en la Guerra Civil estadounidense, narrando el origen de la banda de vampiros. Una lástima que no llegase a rodarse.
Imagino que la escasa recaudación en taquilla tuvo bastante que ver con la no continuación del proyecto. Probablemente tuvo mejor vida en los videoclubs.
En definitiva, estamos ante una película estupenda que, aunque se desdibuja algo hacia el final, al menos tiene la decencia de tomarse a sí misma en serio. Algo de agradecer en estos tiempos, en una época saturada de remakes y fórmulas recicladas posmodernistas.
Además, el elemento fantástico no pretende ocultar, sino más bien revestir hábilmente lo que en el fondo es un western crepuscular: una historia clásica de forajidos y venganza.